jueves, 17 de abril de 2014

Números

Son las cinco de la mañana y Tere aún no ha conciliado el sueño. Diez años de matrimonio fallido, nueve meses sin pagar la casa, seis mensualidades que le debe su ex de la manutención de los niños, veintiún meses en paro, sólo tres para no cobrar nada, y treinta días para el desahucio,  son unos números que no casan muy bien con el descanso y el relax.
Vuelve al salón por tercera vez y enciende su cuarto cigarrillo vespertino. Muerde al mismo tiempo sus uñas extintas y se promete así misma no volver a la cama hasta que encuentre una solución. Coge papel y lápiz y escribe:

Primero: Mi exmarido está también en paro y no me puede ayudar a pagar la casa. Cuando nos desahucien no se quedará con los niños porque vive en una casa compartida con gente nada recomendable.

Segundo: Los amigos que me quedan, tres, acogerían a los niños sólo unos meses.

Tercero: Llevo 630 días buscando un trabajo decente, con un sueldo suficiente para pagar la casa y comer.

Cuarto: Lo de puta, de momento, no lo contemplo.

Quinto: ...

Y, en este momento, suelta el bolígrafo y deja de escribir. Una idea  ha explotado en su cerebro y ahora lo ve todo con tanta claridad que una sonrisa borra el rigor de su rostro.
Vuelve a la cama y se duerme con la satisfacción de haber descubierto la solución al enigma.
Por la mañana marca el número de Judith, aunque antes era Juani. Le debe un favor y sabe que no le va a decir que no en cuanto le explique por lo que está pasando.

Cuando tenían las dos diecisiete años, Juani se quedó preñada del hijo del alcalde de su pueblo. Tere llamó a su primo de Madrid y le arreglaron todo para que pudiera abortar sin que nadie se enterara.  Aunque en realidad aquel viaje marcó su futuro. Se deshizo del niño pero se enamoró de Ovidio, el primo de Tere, que regentaba un prostíbulo. Y por amor se vino a Madrid, se hizo puta y se cambió el nombre. Con el tiempo se abandonaron mutuamente; ella se independizó, se hizo empresaria y ahora regenta el Dolls Beach Madrid, una de las casas de citas más chic de todo Madrid, con sucursal en París.

– ¿Juani?
– ¿Quién es?
–Soy Tere, la prima de Ovi.

Quedaron en su negocio. La casa era una verdadera monería, como esas que salen en las revistas de las famosas. Ella estaba fenomenal. Las dos acababan de cumplir cuarenta. A Tere se le notaban por toda la geografía de su cuerpo; sin embargo Ju, como la llamaban ahora, no aparentaba más de treinta. Llevaba puesto un vestido de seda, de corte japonés y estampados florales,  con unas aberturas en los laterales que dejaban ver unas piernas como las de Bárbara Rey en sus mejores tiempos. Ahora era rubia con una melena como la Judith Mascó, de ahí su nombre, le dijo, y su cara parecía cincelada, se podría decir que perfecta.
Cuando se vieron se abrazaron como dos hermanas que hace décadas que no se ven. A Ju se le saltaron las lágrimas y hasta el acento manchego le salió como si nunca se hubiera ido del pueblo. 

Tere le contó su plan y, aunque aún no era más que un bosquejo, a Ju se le iba iluminando el rostro según se lo iba contando.

–Conozco a un superjefazo de ese banco, estamos de suerte. Es un cerdo y una mala persona, un baboso al que  le pierden las putas y el juego. Además, creo que tengo la chica perfecta, una rusa que está aquí de paso y que viaja en breve a París para trabajar en el Dolli de allí.
–Juani, digo Ju, no quiero comprometerte en nada, de verdad, ahora me está entrando canguelo… es que estoy desesperada… si no yo nunca…
–No llores, boba, por los viejos tiempos, ¿eh?

Don Jacobo Merchante entra en uno de los ascensores de las Torres Kío. Cuando están a punto de cerrarse las puertas entra una hermosa mujer con un abrigo de pieles, rubia, alta, escultural, con unos glaciares ojos azules. Jadea, pues ha venido corriendo, le sonríe.

–Uf, qué calor- dice con un acento metálico propio de los países del este. ¿Le importa sujetarme  bolso mientras me quito abrigo?, mi está tan caliente.
Él le sonríe y acoge el bolso como si acabara de recibir un regalo. Debajo del abrigo aparece un cuerpo sonrosado cubierto con un vestidito de encaje negro, por el que se trasparenta un tanga rojo y unos pechos perfectos. Ella, al ver su cara de estupefacción, suelta una gran carcajada y le quita tensión al momento. 

-Oh, perdón,  vengo de castin, mi siente mucho, mi pone de nuevo abrigo.
-No, no, no, no, por favor señorita, yo no…
-Uy, qué gracioso,  pones rojo tú.

Se acerca a él y le acaricia la mejilla, a él se le cae el bolso, se agachan los dos a cogerlo, se tropiezan y caen al suelo. En ese momento el ascensor se para. Están en el piso veintidós.

-Creo que destino es mucho favorable para ti, ¿no crees?

Al día siguiente, mezclado con la correspondencia diaria, don Jacobo encuentra un gran sobre marrón. Por el tamaño puede ser un calendario, pero pesa bastante y lo abre expectante. Dentro, a todo color, hay veinticinco fotografías de él y la rubia de ascensor en pleno viaje sexual y voluptuoso. Se encierra en el baño del despacho y desparrama todo el contenido por el suelo. Entre piernas, pechos, gónadas y miembros aparece una nota:

El colegio de tus hijas es el Sagrado Corazón de Jesús, sito en la calle María Magdalena, 13. Tiene una bonita fachada que empapelaremos con todas estas fotos y unas doscientos más si no ingresas en este número de cuenta 100.000 €. Como verás no es mucho, es lo que le queda por pagar de la hipoteca a Tere. El desahucio está previsto en siete días. No te decimos más. Ah, sí, Tere no sabe nada, será un bonito regalo de un admirador secreto.
María Teresa Sánchez Cortés.
Nº cuenta 1096 54 5487962000125
Julián, el ascensorista de las Torres Kío, sale feliz del Dolli con un bono de diez visitas gratis. Nunca un pequeño trabajo le produjo tanto placer.
Tere y Juani brindan con un champán de cien euros.

Por Raquel Ferrero



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