martes, 29 de abril de 2014

Magia

Enrique estaba felizmente casado. Quería mucho a su mujer y ella a él. Tenían una confianza buena y se llevaban bien, salvo por un detalle: Enrique había sido operado de  un tumor cerebral, y desde entonces y debido a un daño en esa zona, se había vuelto incapaz para las relaciones sexuales. No podía excitarse y mucho menos hacer el amor.

Él, que siempre había sido muy bravío e incluso multiorgásmico, cosa rara en un hombre, tenía que ver a su mujer conformarse con las caricias que le hacía, pues seguía enamorada de él a pesar de todo. Sin embargo, Enrique vivía con el miedo de que ella encontrara un hombre normal y decidiera formar una familia con él, ya que a ella le gustaban mucho los niños y con su marido resultaba imposible.

Un día Enrique vio en la televisión un aparato que hacía poner erecto el pene, mediante un sistema de bombeo manual. Apuntó donde conseguirlo, y se lo compró.

Llegó a casa ilusionado con el dispositivo y dispuesto a compartirlo con Sheila, su esposa. Corrieron ambos al dormitorio y el mecanismo del artículo puso rígido el miembro de Enrique, quien se lo introdujo a su mujer. Ella gozaba mucho. Le encantaba ver disfrutar a su esposa, aunque  no podía sentir placer debido a su lesión y la frustación era importante. Lo peor fue comprobar que aunque el pene funcionaba y hacía gozar a Sheila, no era capaz de eyacular para obtener los valiosos espermatozoides que podrían darles un bebé.

Enrique quería solucionar su problema y eyacular. Por eso acudía a las cabinas de los sex-shop, por ver si esto era posible. Tras el cristal, las chicas contoneaban sus cuerpos entre miradas lascivas sacando la lengua y acariciándose. Enrique intentaba masturbarse pero tristemente no conseguía nada. También estuvo con prostitutas. Todo inútil.

Un día llegó a casa más temprano de lo habitual. Su mujer tenía la música puesta y no le oyó entrar. Estaba en la ducha cantando al son de su canción favorita. Él se escondía tras la puerta mientras la miraba a través del cristal de la mampara. Miraba su pelo enjabonado, su espalda mojada, sus glúteos… Se dejaba llevar por la hermosa música y la delicada voz de su mujer, entrando en un estado de éxtasis y admiración… En ese instante, ella se dio la vuelta y él al mirar sus pechos le parecieron más hermosos que nunca…contempló su vientre, su ombligo, su pubis y todo lo demás. La mirada de su mujer se posó entonces sobre él y él le correspondió  Ese encuentro entre sus ojos se hizo tan especial, tan encantador que trasladó a Enrique hacia otro mundo, a otro nivel... así más profunda y profundamente.

Y así,  su pene comenzó a erguirse cada vez más y más hasta que en el punto álgido de la mirada, Enrique sintió un leve mareo como si fuera a escaparse de este mundo. Entonces, eyaculó. Sin aparatos, sólo mirando a los ojos.

- ¿Significa esto que estoy curado?
- No lo sé cariño, significa que la magia entre tú y yo sigue existiendo.

Por Rosa Velasco

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