miércoles, 23 de abril de 2014

Ernestito

Me llama el señorito y aquí estoy otra vez, aunque la verdad es que ya me tienes hasta el moño. Tú me dices:  “ve a su casa y dile que la quiero”. Y yo voy, entro hasta dentro, y le entrego los poemas más bellos de tu parte. No tienes hartura, todos los días lo mismo: Me envías con ella una y otra vez, y te lo dije entonces y te lo repito ahora: `mira, Ernesto, que esta mujer se va a cansar y nos manda a la porra a ti y a mí antes de que tú ni siquiera te des cuenta de que te estás poniendo pesadito”.

Que sí, que sí, que tienes toda la razón, que la poesía es tan hermosa que aquel que la contempla no puede por menos que desnudar su alma y entregarse a ella enteramente; que la belleza atrae la belleza y que un alma pura seguro se llena de amor ante unos versos puros; que hay que llenar de lindezas a una criatura tan hermosa… Pero, ¿no te estarás pasando un poco? ¿No estarás abusando un poco de mí? Mira yo he hecho mi parte, aunque tú nunca me has reconocido ni pagado en modo alguno. Pero, hombre, ¡mueve el culo tu también, caramba! Invítala a salir: proponle un cine o un teatro, ¡díle algo, por Dios! Que luego te la cruzas por la escalera y es que ni hola ¡Que tienes treinta y cinco años, por si no te habías dado cuenta! Ya te está empezando a salir barriguita y todavía no tienes el valor para decirle nada a una chica. Algún día, vas a salir en el periódico, en la página de sucesos: “Memo muere en su casa oxidado y lleno de moho por temor a moverse”.

Mira, esta vieja cansada a la que machacas tanto te va a decir cuatro verdades:

A ella no lo gusta lo que me haces enviarle. Bueno, mejor dicho, le gusta, pero lo preferiría más bajito y no tan frecuentemente. La he oído decir que nos va a poner una denuncia por ser unos vecinos tan ruidosos. Por favor, mírate, eres un payaso. Si no mandaras hacer a otros lo que debieras hacer tú mismo te iría mucho mejor. ¿Sabes lo que comenta tu amada vecinita? Bien, pues dice: 

“Mi vecino de enfrente me tiene desconcertada: Es guapo, amable, educado, parece buena persona. Pero pone la música a todo meter a todas horas, sin ningún tipo de consideración. Y eso que sabe que estoy muy ocupada estudiando y que me levanto muy temprano. Se lo diría pero él pasa de mí y últimamente ni siquiera me saluda. No parece qué le importe mucho. Al final, acabaré denunciándolo”.

Aunque sólo soy tu vieja cadena de música, haría cualquier cosa por ti, si pensara que sirve de algo. Pero creéme, Ernesto, como no te atrevas a dar la cara lo pierdes todo, me pierdes a mí, la pierdes a ella, y lo que es peor, Ernesto, te pierdes a ti mismo. Aunque el rubor te invada desde los pies hasta el último cabello, da el paso y habla. Di lo que sientes, lo que quieres, lo que no quieres. Ernestito, quiérete un poco más, corazón, porque corazón te sobra. Mira, chatito, aún no es tarde. Si quieres, te doy un empujón. Pincha el último cd que te has comprado, llénate del poder, la magia y la poesía que tú sabes que tiene la música, llama a la puerta de Laura y dile algo. Lo que sea, si es sincero seguro que es bonito y ella lo valorará. Anda, cariño, que te conozco mejor que nadie y sé que vales tu precio en oro. Y aún me quedo corta. ¡Ánimo, Ernestito.


Por Rosa María Velasco

No hay comentarios:

Publicar un comentario