lunes, 19 de noviembre de 2012

Negro blues

Traspasar su umbral era para Olvido zambullirse en un mar de sensaciones. Los olores golpeaban su pituitaria y la excitaban sin más. La música erizaba su cuerpo y su ceguera se hacía invisible en la oscuridad de aquel local.  Plegaba su bastón y se lo escondía en el bolso. Allí era fácil ir a tientas, tantear. Cuerpo tras cuerpo iba ganando posiciones hasta llegar al rinconcito donde se sentía segura. Cerca del escenario, pronto empezarían a tocar blues, y pronto llegaría hasta ella su efluvio, su influjo, su melodía.

Primero fue su aliento, caliente, denso; después su cuerpo abrazándola por detrás. Por fin sus labios húmedos succionando su cuello al mismo tiempo que el piano reptada sensualmente por sus oídos. El ritmo de la batería acompasó el movimiento de sus ágiles dedos y todo culminó con el solo triste de la guitarra.

El negro blues acabó y Olvido se quedo sola. Ciega, pero con luz.

Por Raquel Ferrero

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