viernes, 23 de noviembre de 2012

Negro blues (II)

Noche tras noche, Olvido traspasaba el umbral de su destino. Allí, en aquel lugar repleto de música, vibraciones y efluvios, buscaba su mitad perdida, su complemento anhelado. Aunque no veía, sentía la oscuridad y apreciaba su invisibilidad como un regalo. Plegaba su bastón, lo escondía en el bolso y a tientas, cuerpo tras cuerpo, iba a agazaparse al rincón, junto al piano.
     
Desde allí le llegaba con nitidez su olor, el de su afán, mezcla de sudor, tabaco, alcohol y un perfume como a madera, resinoso, pegajoso, que al instante reconocía y se regocijaba en su deleite. Aspiraba completa su esencia y, junto con las notas del negro blues que salían de sus manos, caía en un éxtasis mágico, místico, del que no quería regresar.

Entonces la música cesaba, él se levantaba y pasaba por su lado, derecho a la barra. Ella inhalaba su aliento, sentía el aire que levantaba al pasar, el roce de sus vaqueros contra las mesas. Se marchaba, se perdía en el ambiente.

Él también era ciego. No la veía.
   
Por Raquel Ferrero

No hay comentarios:

Publicar un comentario