miércoles, 21 de noviembre de 2012

Amor ciego

No sé cuándo empezó esta locura que tú eres. En mi recuerdo siempre has estado ahí. Te he soñado y vivido en la lejanía y en el contacto. Te he dibujado en la oscuridad y en la luz de tu presencia. No sabes de mi miedo, de mi deseo y mis dudas. Mi nombre tomó sentido en tu aliento, desgranado por tus labios. Desde aquella noche de música, caricias y besos, en la que me desperté entre tus brazos, tu cuerpo y tu nombre, Marta, ya forman parte de mi. 

La tarde lluviosa está en calma, un silencio roto por las notas de un piano, sonando en su CD, flota en el aire mezclándose con las gotas de lluvia. Daniel evoca las notas de otro piano, compartidas con ella. Pero no, él está solo, sabe que sus vidas se han cruzado, que  esa mujer alegre y hermosa estuvo de paso. Sus deseos han de quedarse en ese recuerdo que ilumina sus días. Es su refugio para esconderse de la realidad de ese amor imposible. No puede renunciar a ella, sabe que si lo hace ya no sólo estará ciego: será un cuerpo sin alma.

Cuando te volví a encontrar me dijiste adiós. Sé que este adiós es definitivo Con tu marcha me dejaste sin las ventanas de tus ojos. He de esperar, en la oscuridad de mi noche, tu vuelta como planeta azul que surca el cielo, sin tus manos, nubes de algodón que me acarician. En la soledad de esta habitación, vacía pero a la vez llena de tu presencia con mis recuerdos y fantasías, el calor de tu cuerpo, tu aroma, tu voz y esa risa que se expande y lo llena todo. Te sueño, te odio, te amo. Cuando no te tengo, el amor que siento por ti es mi locura.

Por Mayte Espeja 

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