jueves, 28 de noviembre de 2013

¡Y yo con estos pelos!

A pesar de su promesa, Tolo lo había vuelto a hacer. Era el padrino, apenas en dos horas se casaba su hermana, en la ermita del pueblo de sus padres,  y allí estaba él, con sus greñas de estropajo, como su madre llamaba a las rastas que lucía desde hacía varios años. Ya no queda tiempo es un pueblo pequeño y no hay peluquero.

Entre el enfado de su hermana y  las lágrimas de su madre, se cuelan las soluciones de algunos de los presentes.


- De momento lo más importante es cortarle esos tirabuzones, dice su tía.


Y manos a la obra a por ello que van. Su primo y compañero de hazañas de muchos años, se dispone a ser la mano ejecutora.


- Si no afiláis las tijeras acabareis cortándome una oreja.
- Sabes qué… el Narciso tiene una de esas maquinillas que anuncian en la tele, con las que hasta un niño puede cortar el pelo.


Mientras alguien va en busca de lo que parece es la solución, continua la operación tijera.


- No cortes más por ahí ¡menuda escalera le has dejado en el flequillo..!
- Yo, a veces,  me lo arreglo en casa. ¡Hay que ahorrar que estamos en crisis!
 

Llega la maquinilla, el primísimo, inicia la operación esquileo.

- Que yo  no sé cómo se hace, que igual te lo dejo mal…
- Venga, lo pones en el número tres y solo tienes que pasarlo, nada más.
- Esto no tiene números, sale o se mete la cuchilla por debajo del peine ¡lo dejo como esta! Puf, Puf. ¡Qué raro va esto!


El primo esta descontrolado, pasada de peine por arriba, pasada por detrás… y peine que sale, peine que se mete. Y toma trasquilón por aquí y por allá.


Tolo, pierde la paciencia.


- ¡Pásala de una vez! Oye, ¿qué haces? Para, para... Déjame ver.


Se pasa una mano por la cabeza. No da crédito  a lo que toca. Parece un campo de fútbol de tercera: trasquilones al cero céped al tres.


- ¡Cagoentó! ¡Qué destrozo! ¿No ves lo que estás haciendo? Pues, párate. 
- Espera un poco, que ahora te lo apaño. Te rapo un poco más por los lados, te dejo un poco más largo por arriba y arreglao. Un poco más por aquí, tijera para el flequillo. ¡Bueno, yo lo veo bien!


Frente al espejo, la cara de Tolo está en sock, no puede creer lo que ve. Parece que le hubiera atacado Eduardo manos-tijeras en un día de viento.


Sin duda había elegido un mal día para cambiar de peinado. De su “hermosa cabellera” solo queda un pseudo flequillo trasquilado. 


Ahora, tiene que presentarse delante de su madre y de su hermana y darles a elegir.


- ¿Con gorro o pelón?


Por Mayte Espeja

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