martes, 19 de noviembre de 2013

El papel

Durante los últimos veinte años, el objetivo de Orestes había sido proporcionar a su único hijo todo aquello que la vida le había privado a él.
 

Casi antes de nacer ya lo había inscrito en el colegio más caro y prestigioso de la zona. Un exclusivo centro del que se decía provenían los principales dirigentes del país.
 

A ese centro, acudía luciendo siempre los mejores y más elegantes modelos elaborados con las telas más exclusivas y costosas. A él iba convencido de que su retoño en un futuro próximo sería todo aquello que la injusta vida le había negado a él.        
 

Orestes no desperdiciaba un momento para enorgullecerse de sus actuaciones hasta ahora, a solas en aquel pequeño e íntimo habitáculo, recordaba parte de sus realizaciones. 
 

Poco después de acabar de hacer sus básicas necesidades, Orestes tomo un trozo de papel para  clausurar del acto.
 

De inmediato observó que éste se le pegaba a la mano. Trató de despegarlo y desembarazarse de él haciendo bruscos movimientos con las manos y los brazos. Pero, cuanta mayor era la fuerza que empleaba para librarse de él, a más velocidad el papel lo envolvía.
 

Al oír el ruido, su joven y único hijo entró bruscamente en el retrete quedándose impresionado por la situación.
 

Pálido, comenzó de inmediato a buscar una herramienta para liberar a padre. El muchacho busco y encontró, al fin, la punta del papel que aprisionaba a su progenitor. La cogió, la estiró y la prendió fuego.
 

En breves momentos el padre quedó liberado pasto de las llamas. 

Por Jesús Ramírez
 

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