martes, 26 de noviembre de 2013

¡Por ná!

Desde que se inició el juicio habían trascurrido cerca de seis  meses de largas deliberaciones.
El Secretario del juzgado de la sala número 5 de lo Penal había leído, con parsimonia los numerosos cargos de los que se acusaba a Mariano Rodríguez López: atraco a mano armada, extorsión a personas e instituciones, doce asesinatos, violación a una menor…  

Ahora se encontraba parapetado junto a un alféizar de hormigón recubierto con una capa de corcho elaborado especialmente para protegerle de posibles represalias en la sala del juicio. Mariano, sereno y tranquilo, esperaba escuchar la voz de la Justicia. Mantenía abiertos sus grandes ojos verdes, bien abiertos, y se atusaba el pelo largo, trasquilado, canoso mientras fijaba su mirada en el infinito, a la espera de escuchar el veredicto que  dictaría el Sr. Juez. 

Durante todo el proceso Mariano mantuvo el rostro ausente y, sólo manifestó su opinión a diversos medios de comunicación previa entrega de una pequeña cantidad de dinero: “No entiendo que por unas chiquilladas se pongan así.  Otros han hecho mucho más que yo, y no encuentro motivo para merecer la ira del tribunal y de la sociedad. Y, menos aún, comparto la reprimenda realizada por el Sr. fiscal… No me comprenden ¡no me comprenden! Además, es mi cultura y tradición”.

Para él todo había sido fruto de unas cuantas chiquilladas, sin maldad ni importancia, y el castigo que esperaba recibir debía ceñirse  a la levedad de los cargos presentados contra él.  

…Así pues, como máximo deberían llamarme la atención. “Creo que estoy arrepentido, lo dije en el juicio. Además, me gustaría que supieran que no pienso repetir mis actos. No se cansaba de reconocer. “Quizás me extralimité al asesinar a aquellas personas pero… hay que reconocer que ellas… ellas tampoco valían gran cosa. Tenían la piel bien fina y débil  y aguantaron poco. …Lo que más lamento es el asesinato y violación de Martita, esa niña de 12 años de ojos verdes, y los robos a punto de pistola en una docena de establecimientos bancarios ¡Qué cara se les quedaba a los parroquianos cuando se veían encañonados..! Ahora, ya más fríamente, creo que no estuve demasiado bien ¡la verdad!  Pero… de algo hay que vivir.

Llovía, llovía mucho cuando entró en la sala presidente del tribunal en la sala del juicio. 

Y, con voz rotunda y firme, inició la lectura del acta que había elaborado el jurado.

En primer lugar este jurado lamenta que no se le avisara antes de la realización de las actuaciones delictivas y, en consecuencia, no puede estar seguro de que la realización de los actos delictivos que se juzgan no pudieran haber sido evitados por don Antonio. Además, si bien el ADN, el cuchillo y la pistola corresponden al acusado, nada evita que en el universo no pudiera existir otra persona con parecidos datos y armas semejantes. Desde este alto tribunal se hace un llamamiento a las autoridades policiales y judiciales para que, en un futuro, el proceso se realice con mayor celeridad y control. Ya que todas las pruebas obtenidas están fuera de plazo al haber pasado más de un día desde su obtención. Y, en consecuencia, quedan anuladas.   

 A la vista de estos datos que obran en nuestro poder  y de las contundentes pruebas, este tribunal acuerda: Amonestar seriamente a D. Mariano, expresar nuestro desacuerdo con sus actuaciones y regañarle, aunque esperamos que no se enfade.  Asimismo, le pedimos que en un futuro se abstenga de realizar esas actividades delictivas que tanto afean a la comunidad.
Se recomienda al acusado que se confiese de sus pecados a la mayor brevedad.

Se condena al estado a que abone a D. Mariano la cantidad de diez millones de euros por el deterioro que su imagen y buen nombre hubieran podido sufrir así como las molestias que se le hubiera podido ocasionar este proceso.  

Dios salve a la Reina; el Rey ya no tiene solución.  

Mariano, satisfecho con el fallo, abandonaba el palacio de justicia mientras repetía, una y otra vez, a sus familiares y amigos: “Si es que soy inocente, si no hecho ná”.

Por Jesús Ramírez

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