viernes, 28 de noviembre de 2014

El secreto del abuelo

La familia de mi padre proviene de un pequeño pueblecito de Cuenca llamado Hinojosa del Castillo.
Mi papá era el mayor de una familia numerosa ¡Eran 12 hermanos! muchos, si lo miramos bajo el prisma actual, pero frecuente en los linajes de otras épocas. Criados en una pequeña chabola en la que tuvieron que sufrir las penurias y privaciones que produce el desastre de la guerra en cualquier país.

Después de finalizar la contienda, Pedro –mi padre- partió a la capital a realizar el servicio militar –obligatorio por aquel entonces- y allí se quedó ya y rehízo su vida.  Construyó una chabola, formó una familia, comenzó a trabajar, crió sus hijos y… finalmente trajo a sus padres para que tuvieran una vejez más placentera hasta el final de sus días.

     Al cabo de pocos años falleció su padre, -mi abuelo Afrodisio- a los 67 años de edad. Y, como primogénito suyo le correspondió hacerse cargo de realizar los trámites pertinentes para su entierro: Tuvo que buscar: Partida de Nacimiento, Bautismo, DNI del finado, Certificado de Últimas Voluntades… y rellenar diversos impresos por triplicado que le facilitó la funeraria para entregar en los archivos correspondientes.

      De inmediato mi padre partió al pueblo donde había nacido, crecido y vivido. Él, mi abuelo y toda su larga prole. Se dirigió hacia la casa Consistorial a solicitar el primero de los documentos que le solicitaban: El Certificado de Nacimiento. Después de una larga e infructuosa búsqueda el documento seguía sin aparecer. Y, todos los esfuerzos del funcionario –conocido de la familia- resultaban en vano y se comenzaba a producir una situación de incomodidad al no saber donde, ni como poder localizar los datos que se solicitaba mi padre.

Para no agobiar al funcionario y dejar que realizase mejor su trabajo quedé en volver dos horas después y mientras aprovecharía para visitar a alguna de las escasas familias conocidas que aún permanecían en el pueblo y con las que habíamos compartido decenas de vivencias, alguna de las cuales nos les habían ayudado a sobrevivir a la familia de papa durante su infancia.

Así estuve conversando con Dña. Rosario; el Macario; tía Lola; D. Ataulfo -el boticario-,… y acabó el recorrido en la barra del único bar del pueblo “La Plaza” en la que se encontró con “Patri” el cabrero, que preguntó directamente a mi padre por el motivo de tan inesperada visita.

- Bueno, Pedro y como tú por aquí después de tantos años
- Pues "na" chico que se ha muerto mi padre “Afrodisio” y me ha dicho mi madre “La Amparo” que viniese al pueblo a por el Certificado de Nacimiento y… llevó más de dos horas en la Secretaría del Ayuntamiento y… no logran encontrarlo. Figúrate tú, después de tantos años en el pueblo y con tantos como fuimos y… no aparecemos por ninguna parte.

     El Patri, que era de la quinta de mi abuelo, se toco la barbilla, e instantes después lanzó una leve sonrisa, si hombre si, como no va a aparecer. Lo que sucede es que tu padre no se llamaba “Afrodisio”, él se llamaba: Matildo y como de chiquillo no le gustaba pues… se lo cambió y se puso el nombre por el cual todos lo conocemos.

            De vuelta al ayuntamiento con la nueva información se lo notifiqué al Secretario que buscó la partida ahora a nombre de Matildo y… apareció.

Con ella mi padre pudo cumplimentar todos los trámites que le solicitaban.

            Descanse en paz mi abuelo Afrodisio o… como decían los papeles oficiales Matildo y su secreto.      

Jesús Ramírez Castanedo

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