miércoles, 12 de marzo de 2014

Noche de paz

Estoy harta de Antonio, ya está borracho y solo son las diez, yo paso, que se embolingue cuanto antes, que se vaya al sofá y se duerma, mejor para todos. Lo malo es como le dé por hablar y no parar, que  siempre dice lo mismo. Yo voy a coger la linde de los langostinos y de ahí no me voy a salir. Aunque no sé si cambiar de rumbo e intentar algo con el amigo de mi sobrino, no para de mirarme y de relamerse los labios; yo pensé que eran pareja, porque Esteban siempre ha tirao un poco a femenino y traérselo a la cena da que pensar, pero es que no me quita ojo. No está nada mal, aunque es un poco bizco, pero eso a mí me da igual, siempre me han dado mucha ternura la gente discapacitada, sino de qué iba yo a estar con el subnormal de mi marido.

No sé qué hago aquí, mira que le dije a Esteban que no quería venir, pero es que le conozco y si no vengo se enfurruña una semana entera, estoy un poco desencantado, la verdad, me gustan los hombres un poco más…hombres, que para nenaza ya estoy yo, en fin, la vida sigue y el primito está de vicio, un poco joven pero eso se cura con el tiempo, y tiene unos labios carnosos que me están poniendo nervioso y sin darme cuenta me estoy mordiendo los míos y no paro de mirarlo y creo que Esteban se ha levantado de la mesa por eso y hace ya más de diez minutos y no vuelve. Y lo que no sé es lo que le pasa a su tía que no deja de mirarme y de guiñarme los ojos.

Otra vez con las pijaditas de todos los años, mira que se lo digo a mi hijo, que tu mujer se lía mucho, que con un poco de fiambre del bueno, unas migas que se las hago yo si quiere, que me salen de rechupete, una buena sopa, los langostinos cocidos y los postres, nos ponemos hasta arriba, que lo importante es reunirnos y ya está, pero esta chica siempre igual, venga a comprarse revistas y a hacer unas cosas rarísimas, que a veces le salen bien pero otras… Pobre, con lo que se afana. Yo por si acaso me voy a tomar una copita de vino, a fumar mi purito y voy a estrenar los cascos que me ha comprao el niño, con la Concha Piquer, que me quita to los males.

Ya no puedo más, la última vez que hago la cena yo, la última vez.  Y total para qué, se  lo zampan sin sentido y ni un hay que ver lo bueno que estaba, lo que te has esforzado ni na. Soy una desgraciada, todos en el comedor tan ricamente y yo encerrada en la cocina como una cenicienta con el delantal y la bayeta y mi marido tan feliz, sin enterarse de nada, a su rollo, quedando bien con la familia, con la suya, porque a la mía cuanto más lejos mejor, que viven muy lejos, ya lo sé, pero algún año podíamos cambiar, digo yo. Huele a quemao,  ay Dios, ¡la cena!

Yo creo que esta peluca me sienta fenomenal. Se han quedao todos un poco flipaos cuando me he puesto también la minifalda de lentejuelas, pero me da igual, llevo semanas ensayando;  estoy nervioso y todo, como si fuera a salir a escena, o del armario…no sé, lo mío es puro travestismo, no tiene nada que ver con lo otro, que a mí siempre me han tirao más dos tetas que dos carretas. Manoli ya no me pone, pero es que el matrimonio es mu malo, con lo que me gustaría a mí interpretar en la cama y que ella se vistiera de tío y yo con la minifalda y la peluca… Uy, que ya empieza la canción: “Explota, explótame, expló…”

-Tia lo flipo mi padre con peluca y minifalda y bailando como un loco
-No jds tia hazle un vídeo y wasapealo
-Q no tía q luego s entera tol barrio y no mola
-Jo pues una foto y solo m la enseñas a mi
-Vale jessi pero a cambio m tienes q dejar las botas de cuello alto
-D eso na m las voy a poner yo t dejo las d plataforma azul 
-Jo tía no m pegan con na q t jdn paso
-Bueno ok pero no s t olvide eso que si no…

Joder, lo sabía, no sé por qué le he traído, soy gilipollas. Mi primo está buenísimo y yo creo que entiende el mariconazo este. Y Javier no para de mirarlo y de darle conversación. ¡Me suicido, lo juro, como les vea una miradita más me los cargo y luego me corto las venas! ¡Lo amo, lo amo con toda mi alma! ¡Me quiero morir, me quiero morir! ¡Joder, se me han enrojecido los ojos con tanto lagrimón, y ahora cómo salgo y que les digo y que hago, aggghhh!

Dios, este vestido cada vez me aprieta más, claro que  ya llevo con el siete u ocho navidades, y el caso es que estoy igual que siempre, no lo entiendo, es que estoy hinchada, esta limonada solo tiene gaseosa y mira que se lo he dicho a Manoli, pero nada, ella ni caso, que un poquito más de casera que si no me emborracho. Y qué más da, joder, mejor estar borracha para aguantar todo esto; me voy a inflar de cortezas y de sangría y a morir por dios. ¿Y a este perro qué le pasa?  No para de saltar y de querer morderme, el muy cabrón, me voy a tirar un cuesco a ver si se afloja la presión y, de paso con la peste, se pira el chucho de los cojones. 

No llevo las gafas pero yo creo que el amigo bizco de mi primo no para de mirarme, por lo menos con un ojo, y debe tener los labios cortados porque no para de mordérselos Y que farragoso es, no deja de hablar del gimnasio y de ropitas y de no sé qué ambiente, y yo lo que quiero es irme a casa, a terminar la última poesía de mi primer libro, que me está quedando inmejorable, y describir con hilos de tinta tanta miseria humana que circunda mi vida y escapar de esta familia monocorde y sin brillo.

Este vino está de puta madre, lo voy a esconder debajo de la silla y no me lo quita ni dios, cuanto antes me emborrache antes pierdo el sentido, que joder con la Nochebuena, noche de los cojones, hasta los mismos estoy de los pesaos de mis suegros, de la histérica de mi cuñá, del loco de mi cuñao, del sarasa de mi sobrino y de su amiguito, de la petarda de mi mujer, de la choni de mi sobrina y del puto perro. ¿Y el niño del exorcista?  ¿Qué coño está haciendo? Que niño más raro.

Esta cena va a superar a todas las demás. Mi tío Antonio ha escondido la botella del vino caro debajo de su silla y le ha escrito su nombre. Su mujer le ha guiñado un ojo al amigo de mi hermano porque no sabe que es gay. Mi padre se ha comparado una peluca rubia y una minifalda brillante y ha puesto a Rafaela Carrá. Por debajo de la puerta  de la cocina sale humo y mi madre grita que se quiere morir. A la abuela Carmen se le ha roto el vestido de terciopelo que se pone todos los años y Tobi quiere morderle el michelín porque cree que es una salchicha. Mi hermano Esteban está llorando en el baño, ha pillado a su novio haciéndole caritas al aburrido de mi primo. Mi hermana lleva cuarenta y cinco minutos con el móvil y solo se ha movido para enchufar el cargador. El abuelo es el único que parece feliz, tiene los cascos puestos, los ojos cerrados y fuma un puro más grande que su mano. Yo me lo estoy pasando fenomenal hartándome de chocolate  en un rincón del salón, nadie me hace ni caso, solo mi tío ha dicho hace un rato: “Que niño más raro”, pero nadie le ha escuchado. 

Por Raquel Ferrero

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