viernes, 16 de marzo de 2012

Cartas de amor (VI)

Para la luz de mi sombra

Etérea luz que flotas en el ámbar de su mirada,
sensual figura que trasmuta movimiento en deseo,
espíritu ardiente que fascina al aire con su contacto soñado.

Esquiva esperanza en la miel de tus ojos
confluye en el abandono de mi esencia.

Responde, desconocida amada, a mi solícita desdicha,
pues tan fuerte es el lazo que a ti me empuja
que con el ánimo de tu anhelo cualquier otro rompería,
si no fuera porque no hay placer más dulce que estar preso de tu esencia.

Abrásame, venerada desconocida, que de tanta congoja regada en rojo flama,
y con tu ausencia sentida, enterraré mi dicha y, víctima de ávida pasión,
moriré en la bruma de tu soledad errada, pues estando a tu lado,
exhalaré el ardiente aroma de tu helado corazón,
que desconoce mi ansia de por tí ser amado.
 
* * *

Respuesta a un carroza

Pasa, tronco, ¿Me estás vacilando? ¿Pero de qué vas, carroza? ¡Vaya golpetazo que tas dao en la chola! Todas las words revueltas, que si anhelo, que si congoja y aroma. Pero tío, qué dicha ni desdicha, si te contara lo que dice el Rober…

No sé quién eres, pero por la lengua tiés que ser mazo friki hasta arriba de garrafón. Seguro que eres más estirao que la lengua de un camaleón y tienes más años que Cervantes. Abre bien las orejas que no te lo voy a repetir más: contigo tío, ni a la puerta del ‘tuto. Solo una vez más y se lo cuento a mi novio, el Rober, el quebrantahuesos.
 

Luis C. Castilla

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