miércoles, 17 de octubre de 2012

Desvistiendo el relato (el género erótico)

Antes de comenzar a adentrarnos en el relato erótico, en sus elementos y su estructura, hay que tener clara una distinción fundamental, la diferencia entre relato erótico y pornográfico.

Como norma general, aunque en ocasiones los límites son tan difusos que costaría trabajo y fatiga calificar un texto como erótico o pornográfico, se entiende que lo erótico es más sugerente, menos explícito (utiliza metáforas y otras figuras) que lo pornográfico, más tosco, más rudo, más descarnado y, sobre todo, más evidente. Diferencia entre ‘Diario de una ninfómana’, Valérie Tasso, y ‘Los cuadernos de don Rigoberto’, de Vargas Llosa.

En cualquier caso, incluso cuando no se sepa diferenciar uno de otro, como por ejemplo en el marqués de Sade, o en ‘Historia de O’, la gran diferencia entre uno y otro género es que, mientras en el relato erótico, la sensualidad está supeditada a la historia, es decir, es un recurso más de ella, en lo pornográfico el sexo es el objeto mismo. Se suele aceptar que un texto literario, aunque cuando sea estrictamente pornográfico, se convierte en erótico.

Para ciertos autores, como Vargas Llosa, lo erótico consiste en dotar al acto sexual de un decorado, de una teatralidad para, sin escamotear el placer y el sexo, añadirle una dimensión artística.

La literatura erótica
Es un género literario en el cual el argumento incide, tangencial o directamente con el erotismo o el sexo. Hay momento eróticos dentro de novela o cuentos que no lo son. ‘Ulises’, de Joyce, ‘El cantar de los cantares’, ‘La Celestina’ o ‘Don Juan’.

Tenemos ejemplos de literatura erótica en el antiguo Egipto, en el papiro de Turín, donde se detallan las variantes del acto amatorio. En Grecia y Roma, Aristófanes, por ejemplo, con ‘Lisístrata’ (400 a.C). ‘Los diálogos de las cortesanas’, de Luciano, es considerado el libro pornográfico más antiguo. En Roma, ‘El arte de amar’, de Ovidio, o ‘El satiricón’, de Petronio.

En el siglo IV, aparece el ‘Kama Sutra’, manual de sexualidad por excelencia, en gradación, desde lo que produce un simple beso hasta las posturas más acrobáticas imaginables. Como libro de cuentos, ‘Las mil y una noche’, incluye cuentos de temática erótica.

Pero fue en la Edad Media cuando surge el gran libro erótico, el ‘Decamerón’ (1353), cien cuentos muchos de los cuales abordan lances amorosos. Infidelidad, maridos con dificultad para salir airosos de la noche de bodas, jardineros que cuidan el jardín de los conventos y a sus novicias…

El Decamerón marcó muchísimo la literatura. En él se inspiran obras fundamentales como ‘Pantagruel’ o ‘La vida del gran Gargantúa’, ambos de Rabelais. Margarita de Navarra escribe ‘El Heptamerón’, 72 historias.

Durante la Ilustración, la literatura erótica, además de experimentación de un género sobre el que no había habido demasiado profusión, sirve de revulsivo contra el orden establecido: la Iglesia y la Monarquía (cuentos con María Antonieta en toda suerte de escenas: sadomasoquistas, lésbicas, desenfrenadas).

En 1748 aparece un libro importantísimo, ‘Fanny Hill’, de John Cleland. La narradora, una mujer, disfruta por completo del sexo, sin tener conciencia de culpa ni pagar consecuencias físicas o morales.  Hasta 1970 no fue legal tener una copia del libro en Reino Unido.

Durante la revolución francesa, el marqués de Sade crea escuela con sus estilo subversivo. ‘Los 120 días de Sodoma’, ‘Justine’. Violencia, libertinaje, parafilias. Crea el sadismo. Masoch llegaría más tarde, en 1870, con ‘La Venus de las pieles’.

Ya en el siglo XX, Henry Millar, ‘Trópico de Cáncer’ y ‘Trópico de Capricornio’ (1934 y 1938) se adentran en la prostitución como norma de vida. Anaïs Nin, Vargas Llosa, ‘Crash’, de Ballard.

Algunas recomendaciones a la hora de escribir un relato erótico1. Si se escribe un relato erótico, lo primero que hay que tener claro es la relación que vamos a describir: profesora de universidad con un alumno (en plan Miss Robinson), dos amigos que descubren su sexualidad, amor entre iguales, una prostituta y un cliente…

2. Saber exactamente qué queremos transmitir para valernos del género erótico: un despertad a la sexualidad, la pérdida de la inocencia en clave dramática, la fugacidad del deseo, la infidelidad...

3. Hay que mantener el tono a lo largo de la historia. Si nuestros personajes se conocen y entre ellos saltan chispas, el momento erótico también ha de ser electrizante. Si escogemos a inexperimentados, no podremos describir situaciones y sensaciones a las que se llega después de cierta pericia y práctica.

4.  Como en los demás géneros, pero aquí con más razón porque se recurre a ellos con más ahínco, hay que huir de los estereotipos. Por favor. Nada de ‘jardincitos’ o ‘frutitas maduras’, etc. Los hombres no sólo desenfundan y penetran, así como las mujeres no son pasivas. Tratemos de ser originales: ¿qué cosas pueden resultar eróticas, sensuales?
Por ejemplo, entrar en el ascensor y que nos embargue un olor, tratar de imaginar cómo es la persona que lo lleva en su piel… una mujer que lave la cabeza de su marido, una enfermera que, en el hospital de campaña da de comer a un herido…

5. Evitar el pudor. Una cosa es que no tengamos que dar detalles y otra distinta es zanjar la cuestión de un plumazo. Tener en cuenta que en lo erótico entran en juego todos los sentidos,  no sólo el tacto. El verbo excitar no sólo apunta a lo físico, sino también a lo espiritual.

6. No tengáis miedo al ridículo. Al igual que cuando uno escribe oto tipo de relato, con el erótico no os estáis describiendo a vosotros mismos. Si lo que contáis es un encuentro furtivo con un desconocido, no quiere decir que es lo que estéis deseando, ni mucho menos, así que tranquilos.

7. Un relato erótico no tiene que contener escenas de sexo, pero no sucede nada por incluirlas. Lo importante es la naturalidad del relato, que fluya atendiendo a lo que pide la historia, que el elemento sensual no se vea forzado.

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