lunes, 1 de diciembre de 2014

Fotografía de mi vida

Mi vida está marcada por la fotografía. Todo en mi vida tiene que ver con la fotografía. Mi padre conoció a mi madre por foto. Se casó con ella sin conocerla, sólo por aquella foto. Eligieron la casa por una fotografía muy llamativa. Luego la casa resultó estar llena de averías, resultó ser una ruina.

Cuando yo nací mi padre estaba de viaje y mi madre le mandó una foto mía. Lo que no sabía mi madre, es que  ese viaje de mi padre iba a durar ya para siempre porque se lió con una mujer cuya foto había visto en la portada de una revista y se “enamoró” perdidamente de sus atributos de papel. Así que mi padre sabía de mí a través de fotos mías que mi madre le iba mandando según yo iba creciendo.

Durante la infancia, tuve algunos problemas de salud y el médico siempre me mandaba hacer radiografías, que decía que eran como fotos por dentro.
Mi padre sabía de mí por fotos de mí por fuera y los médicos por fotos de mí por dentro. O sea, que lo importante no eran mis ideas, sentimientos, sensaciones o dolores. Lo importante era salir bien en la foto y si uno salía bien en la foto o mostraba una foto bonita de cualquier cosa, entonces uno estaba bien, podía convencer.

Mi madre era fotófila. Siempre estaba mirando fotos. Se compraba las cosas por catálogo. Si lo que veía en la foto le gustaba, se lo compraba, aunque no se correspondiera con la realidad. Le gustaba mucho la naturaleza y tenía muchas fotos bonitas de paisajes, pero nunca salía. Decía que para qué iba a salir, si con las fotos ya se sentía como si estuviera allí.

Un hombre empezó a cortejar a mi madre. Y a mi madre le gustaba mucho. Estaba enamoradísima. Estaba dispuesta a rehacer su vida. A mí también me gustaba mucho. Me trataba muy bien, no como mi padre que nunca trató tratarme.. Me miraba a los ojos, jugaba conmigo. Teníamos una relación en persona, no por foto.  Un día mi madre le pidió una foto y él dijo que no tenía ninguna que estuviera bien, que no era fotogénico. Entonces mi madre empezó a darle vueltas a la cabeza y a decir que no le gustaba, que algo tendría que ocultar cuando no le quería dar una foto. Decía: “Seguro que en todas las fotos está con otra mujer, como es tan guapo. Seguro que es un mujeriego. No debe quererme lo bastante.” Y le dejó. Le dejó y me quedé sin padre postizo, sin relación en persona, sin juegos.

Después mi  madre conoció a un fotógrafo que le daba muchas fotos: fotos de animales, de paisajes, de gente, de edificios, de cosas, de todo lo imaginable e inimaginable. Decía que era capaz de fotografiar pensamientos. Así que, la fotera de mi madre se casó con él y tuve otro padre por foto. Muchas veces yo iba a contarle cualquier cosa y él me decía: “quédate quieta”, sacaba la NIKON FM 2 y me hacía una foto. Nunca me escuchaba. Sólo me hacía fotos. Mi madre tampoco me escuchaba. Mi madre miraba las fotos de mi segundo padre. De mi primer padre nunca más volví a saber, porque aunque mi madre seguía mandándole fotos mías, él ya no volvió a escribir.

Un día, sin saber porqué, me dio por colocar unas cosas de forma estética y dije: “quedaría bien en una foto”. Mi padre y mi madre dejaron de hacer lo que estuvieran haciendo (haciendo o mirando fotos, seguro) y me prestaron atención. Fue la primera vez, a la edad de 17 años que me escucharon. Ya sabía lo que tenía que hacer para que me hicieran caso. Lo malo era que no querían escuchar otra cosa: ellos nada querían saber de mis sentimientos, mis ideas, mis problemas…de no ser que yo pudiera plasmarlos en una fotografía.

Por aquel entonces, mi tío, que era político, decidió presentarse a las elecciones. Tenía un programa malísimo y bastantes pocas  posibilidades de no hacer el ridículo. Sólo le quedaba una única esperanza: que alguien le hiciese unas buenas fotos para la campaña. Así que decidí hacérselas yo. Con todo lo que había aprendido en casa sobre fotografía no me resultaría difícil. Era una ocasión para fotografiar algo que no existía y  conseguir que la gente viera lo que nunca existió: la honradez de mi tío. Le hice muchas fotos, para lo cual le  estudié y le coloqué muchas veces. Pues bien, mi tío ganó las elecciones. ¿ Cuál fue el motivo? Las fotos. Las fotos eran buenísimas. Consiguieron reflejar incluso algo que no existía.

Yo pensaba: “No importa lo que seas,  importa como salgas en la foto. Si la foto es buena, eres bueno.”

No importan tus ideas si no las sabes fotografiar bien. Una buena idea en una foto mala es mala. Una mala idea en una  foto buena es buena.

Desde entonces no he parado de mirarlo todo y colocarlo para hacer una foto. Si voy en el autobús miro la gorda que tengo enfrente e imagino una buena foto: en ella la gorda se parece a Marilin Monroe. Si quedo con amigos los coloco mil veces para hacerles una foto bonita. Ellos se enfadan y dicen que no van a salir más conmigo. Es algo que no puedo dejar de hacer y que me trae muchos problemas.

No he conseguido tener una relación estable. Todos mis novios se molestan cuando van a darme un beso y yo les digo: “Quieto, espera”, mientras voy a por la cámara.

No he encontrado trabajo de fotógrafo por una razón y media. La media es porque en las entrevistas no puedo escuchar lo que me preguntan porque todo el rato estoy colocando al entrevistador para la foto. El último me echó a gritos cuando yo trataba de subirle encima de la mesa para la foto. Pero la razón entera, la de peso es que como mi padre no es mi padre  es un gran fotógrafo y sabe que soy mejor que él ,no quiere que le haga la competencia, y se encarga de cerrarme todas las puertas, pues conoce a mucha gente dentro de ese mundillo.

Sin embargo yo no puedo dejar de preparar a las cosas y a la gente para foto: es mi manera de ser. No es práctica, lo sé, pero es mi manera de ser.

Conseguí un trabajo de recepcionista en el Ministerio de Defensa, pero me echaron  porque no paraba de colocar a todo el que entraba para la foto y empezaron a decir que yo debía de ser una espía o algo así.

Un día, mientras paseaba por la calle, empecé a colocar a algunas personas para foto. Empezaron a hacerme corrillo y me echaron monedas, pensando que era un teatrillo que yo había montado. Total, que ahora me dedico al teatro y no me va del todo mal, porque siempre hay alguien a quien le gusta ver las rarezas de otro y se va al teatro. Y en el teatro, uno puede ser el más raro de los raros, que cuanto más raro mejor. Y te escuchan porque piensan que lo que les cuentas es mentira, si supieran que es verdad, entonces ya no te escucharían más. De tal manera que en el teatro me siento bien. Puedo ser yo y algunos me  dicen: “Me gusta su papel,  pero debería ensayarlo un poco más. No resulta del todo creíble.” ¿ No resulta creíble la verdad? Sin embargo cuando alguien finje  y dice una mentira a drede, entonces le creen más.

Por eso, querido público, no saben ustedes el bien que me hacen viniendo aquí y escuchándome un poco a mí, que ni la Elena Francis me quiso oir. Claro, que Elena Francis, lo único que tenía de Elena y de Francis era la foto.

Según están ustedes sentados, me he fijado en sus caras y en sus gestos, y según les daba la luz, creánme que algunos de ustedes tenían fotos guapas de verdad. Si ustedes vieran lo que he visto yo, se enamorarían perdidamente de sí mismos. Si ustedes vieran la foto de este teatro como la he visto yo, les aseguro que ya no querrían irse.

Como ven, el teatro muchas veces refleja la verdad. Una verdad que a veces no nos atrevemos a contar por temor al rechazo. El teatro muestra muchas veces lo que somos y la vida real a veces lo oculta. ¿ Qué es verdad, qué es mentira? ¿Por qué no puede ser real la belleza que yo veo en las cosas y en la gente cuando las coloco para foto? ¿ Es todo tan feo o realmente hay algo hermoso en todas las cosas y personas?

Yo creo que lo hay, lo veo, pero no sé cómo decirlo. Por eso, casi desesperadamente, día tras día intento plasmarlo en una foto. Sería como decir: “Me gustas. Te quiero”.  Esas son las palabras que siempre quise decir a mis padres, a mis amigos, a mis novios, pero nunca se las dije. El día que lo consiga quizá deje de colocarlos para foto. Eso es lo que dice mi psicólogo, que también está un poco harto de mí y de mi manía. Dice que voy mejor, porque ahora ya no sólo preparo a la gente para foto, ahora también escucho sonidos y los preparo para canción. Así que, como parte de la terapia, hago canciones, aunque también me trae muchos problemas. Pero eso ya es otro cantar.

Rosa María Velasco



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