viernes, 21 de febrero de 2014

¡Qué grosería!

Suena el teléfono. 

Raro, muy raro. ¡A estas horas! Si  mis amistades saben que no hay nadie en casa más que yo, y conocen mi compromiso por reunirme en secreto con extraños personajes y debatir con ellos las soluciones más absurdas, en posición horizontal.  

Escucho una dulce y empalagosa vocecita femenina que me interroga con suma amabilidad desparramando una retahíla de bendiciones a la carreta.

-¿Es usted don José García del Valle?
- Sí, señorita en que puedo ayudarla.   

No sé si les había dicho, pero al otro lado del hilo telefónico sonaba una preciosa melodía de fondo que acompañaba la joven y modulada voz femenina. Mis oídos gozaban así de la desmedida ternura que provocaba la situación. 

- Buenas tardes don José, mi nombre es Natibel Fernández, directora de comunicación de la empresa de estudios de mercados;  podemos hacerle una breve entrevista, serán sólo unos minutos. 

Mientras mis ojos se juntaban y solicitaban mi descanso, los oídos se iban abriendo -más aún-. Comienzo a tratar de justificar mi actitud colaboradora: “Seguro que a esa joven la pagan por entrevista realizada, seguro que tiene una amplia  preparación académica,  pero no encuentra otro trabajo, están las cosas tan mal… Además,  a mi también me gustaría que si mis hijos se encontrasen en esa situación los ciudadanos les ayudasen y,… después de todo, me cuesta tan poco… 

- Pero rápido, por favor que iba a salir de casa en estos instantes, de hecho me ha cogido usted en la puerta –aclaro- y… 
-Serán sólo unos minutos -me indica la amable señorita.

Miró el reloj.

-Bueno, dígame.
- En primer lugar: ¿Qué edad tiene?
-59 años. Contesto con voz segura y firme, satisfecho de haber  sabido responder  a  la primera pregunta.    
-Lo siento señor, pero a su edad la  opinión ya no nos interesa.

Se oye un pitido punzante y continuo  en el auricular. 

Por Jesús Ramírez

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