viernes, 21 de febrero de 2014

El océano es un puente de ida y vuelta

Primavera del 2008

Marcelo sale de su puesto del rastro de Madrid y se dirige al bar de la esquina con su amigo Juanjo. Se frotan las manos. 

- ¡Joder, qué frío hace hoy! -comenta  éste.
- Es que se nota cuando no hay sol, compañero. 
- Eso, y que no me muevo con la venta. No sé tú, pero ¡llevo una mañana!

Marcelo sonríe satisfecho cuando dice: “hoy me va de puta madre”.

Es que el género que vende es muy atractivo: bisutería y adornos de piedras naturales: amatistas, ágatas de distintos colores, cuarzos. Todas traídas de Uruguay y Brasil. 

Cuando vino a España, en el 93, trajo un buen surtido. Pudo pasarlas sin problemas, gracias a una amiga azafata. Al principio vendió algunas a un artesano, pero le pagaba poco. Así que estuvieron guardadas casi un año. Tenía ganas de conocer este país; entonces cogió su mochila y anduvo recorriendo de sur a norte. En Madrid tenía la referencia de unos primos de la azafata y luego, con cada viaje, hacía otros contactos interesantes. 

Al año dijo “basta” y buscó piso para compartir. Había gastado poco de sus ahorros. A cada lugar que llegaba, iba fabricando y vendiendo: pulseras, pendientes, collares, con una parte de las piedras traídas. 

El deambular le sirvió para aclararse las ideas, decidir qué hacer de su vida, además de conocer  la idiosincrasia de los españoles y las diferencias según la región. Se enriqueció en cultura y en vivencias.

Al fin se  instala en Madrid, por las posibilidades que le puede ofrecerle esta ciudad. Ahora no quiere ni pensar que tiene un título universitario: ha hecho arquitectura en Uruguay. Gestionó la convalidación, metiéndose en un laberinto burocrático sin fin. “Yo pensaba que la burocracia era un carácter nacional de mi país”. Nunca consiguió que le reconocieran su carrera universitaria.  

En una ocasión le preguntó Juanjo: “¿Por qué no buscas trabajo en lo tuyo? Ahora es un buen momento.”Obtuvo como respuesta: “Quita, quita, estoy bien así”.

Ahora vive solo en un piso viejo por esa misma zona. Tuvo dos parejas, una durante año y medio y otra que duró solamente tres meses. No funcionaron. ¿No eran las mujeres que buscaba? Si es que buscaba alguna… No quiere profundizar en el asunto. Se siente bien así; disfruta cada día de lo bueno: amigos, amigas, viajes cortos, solo o acompañado. 

El vínculo con su familia es, sobre todo, su hermana, que ha venido a verlo y a conocer algo de Europa.  También tiene un hermano. Su padre falleció el año pasado. 

Montevideo, 15 años atrás

Marcelo ha terminado la carrera de arquitectura. Pertenece a una familia acomodada. Su padre, teniente-general retirado, pudo pagar estudios superiores a sus tres hijos. 

Durante la infancia y la adolescencia, los hermanos han vivido en un círculo de familiares y amigos muy cerrado. Los amigos eran los colegas de su padre y sus hijos, sus amigos. La hermana era muy preguntona.

- ¿Por qué nos lleva y nos trae al colegio, un soldado? 
- Porque hay gente muy mala por la calle -le contestaba el padre.
- ¿Quiénes, los tupamaros?
- ¿Quién te dijo eso?
- En el colegio lo comentaron: que los militares como tú los llevan presos porque ellos no quieren a la patria. ¿Y nosotros queremos a la patria?

Así fueron educados Marcelo, sus hermanos y tantos otros niños, hijos de militares golpistas. La gente se dividía en buenos (los militares) y malos (comunistas y tupamaros). Marcelo se irá enterando de lo que se vive en su país, cuando ingresa a la Facultad. Muchas discusiones y peleas hasta saber la verdad. Muchas preguntas a su madre, primero y luego a su padre, con bofetadas y castigos, como respuesta. Hasta que deja de preguntar. 

Se va alejando de su familia y haciendo nuevos amigos que no puede ni quiere llevar a casa. Porque allí vive un padre torturador y una madre omisa (no ve ni sabe nada). Sus hermanos prefieren no cuestionarse. Y su padre les organiza la vida.

- Cuando acabes la carrera, ya tendrás trabajo con un amigo mío. También hay opción de que vayas a Estados Unidos a perfeccionarte. 

 Marcelo no le contestaba, pues tenía sus planes. Acabar arquitectura (lo convenció un amigo) y luego largarse. No quiere ejercer una profesión que fue pagada por un torturador.
En 1993 emigra a España, donde tenía algunos contactos, proporcionados por sus colegas.

Verano de 2008: Madrid-Ibiza

Deciden marcharse él y Juanjo a Ibiza, a vender en el puesto de Mariana, una uruguaya que conocieron por casualidad. De paso podrán disfrutar del mar.

Será un encuentro fundamental para Marcelo. Ella es hija de presos políticos, liberados cuando terminó la dictadura, en 1985. Les consiguieron billetes y una estancia en Suecia para recuperarse física y psíquicamente, con tratamientos específicos para personas que han sufridos torturas; además de una ayuda económico-social integral. Su padre ya ha regresado a Uruguay. Ahora está integrado en un grupo político de izquierdas que están llevando a cabo proyectos sociales de integración de familias cercenadas, que viven en la marginación, como consecuencia de la dictadura. 

- Necesitan arquitectos que quieran implicarse con mucho trabajo y poca remuneración. Ya es hora de que utilices tus conocimientos para levantar el país. 
- No sé… Volver ahora… -replica Marcelo.
- ¡Ahora es el momento, tío!

Muchas charlas, en la madrugada ibicenca, hablando de sus países con un grupo de latinoamericanos.  Marcelo se va poniendo al día, con más detalles, de lo que está ocurriendo en su país. Se revuelven sus tripas. Algo está cambiando en su interior.

Montevideo, Uruguay, 2015

- Pasame un mate, che -dice Marcelo, mientras estudia los planos sobre la mesa-. Esto así es inviable.

Se acercan sus dos socios y discuten largo rato. Entre mate y mate, van haciendo las correcciones al proyecto inicial.

Cuando regresó a su país, se unió a una pareja de jóvenes arquitectos: Jaime, hijo de un preso político muerto en tortura y Delia, su compañera. 

Los tres dedican una parte de su trabajo a ganar dinero, con encargos de particulares y deempresas, atraídos por su buen hacer. La otra parte de su labor la dedican a trabajo social: participan en cooperativas de viviendas de obreros, con sus proyectos económicos y funcionales. No cobran por sus servicios, ayudan en los engorrosos trámites burocráticos y en la adquisición de materiales económicos pero de calidad. 

Marcelo siente que ahora está devolviendo lo que le ofreció la universidad uruguaya de forma gratuita: sus estudios. 

- ¡Eh, tú, pensador, te llama tu hermana al teléfono!-le grita su socio.

Lo invita a comer a su casa, con su marido y sus hijos.  También irá su hermano. “Que vengan Delia y Jaime, claro.”

 “¡Qué mujer cálida e integradora!”, piensa  Marcelo de su hermana. Ha logrado recuperar el núcleo familiar, con pena de que su madre no haya podido vivirlo; falleció hace cinco años. 

Reunidos en el patio, alrededor de una mesa de madera, con un buen asado criollo, vino y pan, Marcelo levanta su vaso de vino.

- Un brindis por esta familia tan querida, por mis amigos y socios y otro para mi amada compañera que llega de Madrid la semana que viene. ¡Salud!

Por Elsa Velasco

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