miércoles, 23 de enero de 2013

Mito

En el principio de los tiempos en los dominios de Sak Xunán todo era hielo. Ella era la dueña y señora que regía el orden en un mundo blanco. Cada día, al caer la tarde, gustaba de pasear entre las inmensas praderas de escarcha que rodeaban su castillo o entretenía las horas cincelando los bloques de hielo con cuantos carámbanos encontraba colgados de cualquier saliente.

Una mañana observó a lo lejos una inmensa bola de un color rojo cegador que a su paso iba fundiendo las aguas congeladas, otorgando vida a pequeños lagos. Quedó fascinada por la belleza de tonos que la conformaban y, cuando pudo tenerla más cerca, percibió el inmenso calor que brotaba de ella. Era Kook Kaa’k, el señor del fuego, alguien al que no conocía pero de quien había oído hablar mucho.

Esa noche se amaron y también la siguiente y la siguiente de la siguiente… Pero él debía marcharse. Cuando Kook Kaa’k partió, Sak Xunán corrió a arrancar un gran carámbano con el que comenzó a esculpir una figura en un bloque inmenso de hielo. Quería crear un símbolo a su amor. Al atardecer, ya había terminado y observando su magnífica escultura quedó dormida junto a ella. Cuando la luz del día se hizo notar, la figura había tomado vida propia.


María Sergia Martín

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