Cuenta una leyenda que hace muchos, muchos años, tres duendes se reunieron en un precioso jardín para planear sus travesuras. Les encantaba juguetear con los humanos.
Uno de ellos dijo: “¿Por qué no les escondemos algo a lo que tengan mucho aprecio?”
-Algo, ¿cómo qué?-respondió otro.
-¡Ya lo tengo! Vamos a esconderles la felicidad… -repuso el tercero.
Dicho y hecho. En pocos minutos los tres se afanaron en buscar el perfecto escondite.
-¿Por qué no en la cima de la montaña más elevada?
-Bah, ése es un mal sitio. A los hombres les gusta mucho escalar y seguro que alguno la encontraría.
-Pues, en el fondo del mar, a cientos de metros de profundidad y escondida en un cofre cerrado con tres llaves.
-No. Los hombres son curiosos y les gusta inventar cosas. Quizá un día alguno invente un aparato para descender en el mar y la rescate.
-¿Y en otro planeta?
-Tampoco me parece un sitio seguro. Cualquier día mirando las estrellas podrían tener ganas de viajar y con un poco de aquí y otro poco de allá, serían capaces de fabricar una nave para viajar entre los planetas…
-Creo que lo tengo. Vamos a esconderla dentro de ellos mismos…
Los tres duendes se miraron entre sí extrañados.
-Sí, estarán tan ocupados buscándola fuera que nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces cuenta la misma leyenda que ha sido así: el hombre se pasa años de su vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.
María Sergia Martín
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