—Ya no cabemos, esto es insoportable - le decía Fat Malow a Willy Red. Una cosa es el calor propio de nuestro hábitat y otra, esta aglomeración insostenible.
—Además últimamente los que llegan son tan light que se escandalizan por todo. Ayer esa tal Venus Max se asombró cuando blasfemé y me cagué, uno por uno, en todos los santos del mes de enero. ¡Hay que joderse!-dijo Willy Red agitando su puntiagudo rabo.
—Además últimamente los que llegan son tan light que se escandalizan por todo. Ayer esa tal Venus Max se asombró cuando blasfemé y me cagué, uno por uno, en todos los santos del mes de enero. ¡Hay que joderse!-dijo Willy Red agitando su puntiagudo rabo.
El ambiente llevaba enrarecido hacía ya varios meses debido a lo que pasaba en la parte de arriba. Se comentaba que allí, en las alturas, se estaban poniendo demasiado estrictos y cada vez andaban más desahogados, tanto que la desidia y el aburrimiento empezaban a oscurer los ánimos de sus inquilinos.
—Increible.- Apuntó Malow.
— ¿Sabes qué me dijo la hija de su madre? Que estaba aquí sólo por un delito de estafa a escala internacional, pero que por lo demás siempre había cumplido con todos los preceptos religiosos.
—Lo que te digo. Nos mandan a cualquier mindundi. Un día de estos nos los encontramos rezando. Tenemos que ponernos todos de acuerdo y exigir a los dos Dioses que equilibren los dos Reinos de una vez.
Fat y Willy, que eran los más antiguos y resabiados, fueron reclutando insatisfechos. Sólo les costó siete días computar a todos los que consideraban intrusos e indignos de ocupar sus ancestral hogar. Sabían que sería difícil pues nunca nadie que hubiera bajado había salido de aquel lugar. Pero los tiempos estaban cambiando y ahora era el momento propicio.
Después de varios días de reuniones, la gran cabra cornuda habló:
—Lo siento mucho, somos los que somos y cada día seremos más. Los de arriba, Inmaculados S.L., han privatizado el Cielo y ya sólo entran los elegidos. Cualquier pequeño desliz que tengan los inmortales les remite directamente a nosotros. Al fin y al cabo, esto es el infierno, queridos pecadores.
Y con un movimiento brusco se cubrió con su capa y desapareció.
Raquel Ferrero
a partir de la hípótesis fantástica: qué ocurriría si los huéspedes del Infierno se amotinasen