domingo, 1 de julio de 2012

Penalti (ella)

No ha sido penalti. No ha sido.  No le he tocado. Bueno sí, un poquito; no va a marcar, se lo voy a parar a mi chico. Palmeo los guantes con fuerza, para que me oiga, aprieto los dientes. Y espero.

 Cuando empezó el campeonato con las nuevas reglas me dijo:

-¿No te apuntaras, no, Pauli?

No le dije ni que sí ni que no. Pero a los pocos días las chicas y yo ya habíamos formado nuestro propio equipo: las Vengadoras. Apuntamos también a Alex, el hermano de Marga. Le falta un hervor, pero nos saca a todos más de media cabeza y es más grande que el armario de la Nancy. Un muro en el campo, vamos. En el equipo no tenemos un puesto fijo. Vamos rotando la posición. Así podemos defender, atacar o ponerte en la portería para que te frían a balonazos. Aún me acuerdo del primer partido  contra los Búfalos, el equipo de Jorgito. Me tocó jugar de defensa. En el centro. Cada vez que cogía el balón mi chico me iba para él. La de patadas que se llevó el pobre. Pero que bien me lo pase. No dio una a derechas. No hacía nada más que protestar al árbitro. A mí no me dijo ni mu. Luego estuvo toda la tarde enfadado y no me hizo ni caso. Solo abrió la boca para decirme entre dientes:

-¡Te odio! ¿Para qué te has apuntado?

 Ha pitado el árbitro. Le miro a los ojos. Le veo nervioso. No se si intentar parárselo  o dejar que lo meta. Para darle una alegría. Que luego no hay quién lo aguante.

                                          
                                           Por Andrés Orellana


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