martes, 22 de noviembre de 2011

Despertad, ya es hora


Algo había cambiado, algún resquicio se había abierto, escapando de todo control, él lo había descubierto y se colaba despacio, con esfuerzo después de tanto tiempo de inactividad; como una crisálida, que se hubiera creído eterna, despertándose.

Un sentimiento espeso y pesado de angustia lo impregnaba todo. Solo se oía el eco de la nada.
No recordaba desde cuando se sentía así. Un pensamiento se abrió paso: “desde SIEMPRE”. Pero por qué. No alcanzaba a entender los motivos que le podían haber conducido hasta ese estado. En esos momentos de reflexión, otra idea cobró cuerpo: “el TODOPODEROSO lo había decidido de acuerdo con sus leyes inexorables”.

Entonces tomó conciencia de que desde hacía un rato se encontraba mejor. Pensar le hacía bien.

¿Cuántos más habría como él? De haberlos, tenía que encontrarlos, para comunicarse con ellos y regocijarse, para gritárselo a los que todavía no lo hubieran descubierto, para formar una hermandad. Les diría bien alto que se quitasen el sudario del engaño: todo consistía en empezar a razonar.

El TODOPODEROSO les había subestimado, otra existencia con otras sensaciones y sentimientos eran factibles. Las leyes se podían cambiar. Los argumentos apolillados de que siempre había sido así y así seguiría siendo ya no eran creíbles. Aquel infierno era únicamente un invento más por muy teorizado y sacralizado que pareciera.

Una energía y una sensación nuevas le inundaban. Su objetivo a partir de ese momento estaba claro:” buscar la felicidad compartida y disfrutada con otros.” Solo pensarlo le reconfortaba enormemente, qué sería cuando empezase a hacerse realidad…

En esos momentos tan íntimos, se sentía rebosante de alegría porque había descubierto que la redención era posible.
Olimpia Benito a partir de la hípótesis fantástica:
qué ocurriría si los huéspedes del Infierno se amotinasen

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