jueves, 10 de noviembre de 2011

Apuntes téóricos (I)

Taller de escritura
Centro Cultural Francisco Rabal (octubre 2011)
Primera sesión

Queremos escribir. Por eso estamos aquí. Unos lo han venido haciendo desde hace mucho tiempo, otros apenas han empuñado el bolígrafo o el teclado del ordenador; habrá, tal vez, quien siga utilizando su maquina de escribir. Habrá quien sienta que escribir sea una necesidad, otros querrán dedicarse de una manera más o menos profesional. Todo vale. Tenemos un vínculo común: nos gusta contar historias.

Lo primero es saber qué es lo queremos contar. Puede ser algo vago, algo tan abstracto que sus posibilidades de plasmarse en un cuento sean infinitas (por ejemplo, la historia de un amor) o algo mucho más conciso –en apariencia, al menos- (una historia de amor entre dos hermanos que, pese a que tienen todo en contra ellos luchan por culminar ese amor que sienten puro, pero los descubren y sufren el desprecio de todos y de todo).

Los temas pueden surgir:

• De la propia fantasía (la loca de la casa, como la denominaba Santa Teresa).
• De los recuerdos propios.
• Una historia que alguien nos.
• Un hecho real.

Pero, ¿qué ocurre si no se nos ocurre nada. Algunos trucos en el caso de que no atrapemos ningún tema de interés:

 • Inspiración. Cojamos una fotografía y escuchemos lo que nos sugiere. O un cuadro. Incluso una canción. Tal vez un titular de periódico.

• O recordemos nuestra película favorita y pensemos en cómo la hubiésemos contado nosotros, qué personajes de nuestro entorno, qué hubiera modificado (es lo que se llama ‘plagio creativo’; cuidado con excedernos en el plagio, que luego ya sabéis lo que ocurre).

• Abramos el diccionario. Fijémonos en una palabra que acapare nuestra atención. Degustémosla, notemos su cuerpo, su peso, su espesor.

• Binomio fantástico, una fórmula que estimula la creatividad. Tomemos al azar dos palabras que jamás hubiéramos pensado podrían ir juntas: membrillo y alógeno, por ejemplo. Deben de se extrañas la una para la otra. Cuanto más extrañas, más sorprendente será el resultado. Ya las tenemos. Ahora, hay que construir una historia en la que ambas palabras queden enlazadas. Es necesario, para que funcione misteriosamente esta técnica, que las palabras escogidas sean extrañas la una a la otra.
 
• ¿Qué tal si jugamos a las hipótesis fantásticas? Consisten en responder a una pregunta hipotética. Por ejemplo: ¿Qué pasaría si, al encender el televisor, lo único que consiguiera ver en todos los canales es mi propio reflejo? Claro, cuando más audaz sea la pregunta, más arriesgado será la historia.
• Seguimos paralizados. Nada nos sugiere nada. Muy bien, arranquemos, escribamos, lo que sea. Sin pensarlo, sólo engarcemos palabras y construyamos frases. Es lo que lo que se llama escritura automática.

En cualquier caso, antes de comenzar a escribir, es fundamental la planificación. También se denomina preescritura. Es crucial para organizar nuestras ideas. A medida que se tomen notas, conviene:

• ir uniendo las palabras con flechas cuando son significados que vinculan.
• Marcar las oposiciones entre conceptos o nociones
• Agrupar las ideas, con corchetes, llaves, etc.

Para planificar la historia, conviene saber:

- ¿Qué quiero que sea lo importante de esta historia?
- ¿Qué no debo dejar de contar?
- ¿Cuántos personajes van a intervenir?
- ¿Qué final puede tener esta historia?
- ¿Dónde transcurre?
- ¿Quién la va a contar?
- Etc.

El primer párrafoCon el primer párrafo, tenéis que convencer al lector de que no se sentirá defraudado por haber escogido vuestro texto. Algunas sugerencias para el primer párrafo:

• Directo al conflicto: “Lo había visto antes cuatro veces, siempre el mismo día 10 de cuatro meses seguidos, los que van de diciembre a marzo, el lapso de invierno anterior a mi matrimonio. La primera vez apenas si me fijen él, únicamente en el momento de la sorpresa, lo inaudito del caso, un loco mas de los que en el mundo son”. Hipólito Navarro, ‘El lector’.

• A partir de una serie de preguntas: "¿Acaso hay algo que contribuya más a la reputación de una persona en particular, o al honor de una nación en general, que erigir instalaciones adecuadas y destinarlas a albergar a quienes sufren por causa de todo tipo de dolencias?” ‘Un proyecto serio y útil para construir un hospital de incurable, en provecho de todos los súbditos de su majestad’, de Jonathan Swift.

•  Con una anécdota: “Para Ernesto, el supermercado de El Corte Inglés es una selva que conviene atravesar cuanto más rápido mejor. Hace años que la visita asiduamente, pero todavía quedan rincones que se niega a explorar: umbrías que, desde la distancia, insinúan el riesgo de especies comercialmente venenosas”. Sergio Pàmies, ‘La lista de la compra’.

• Con un testimonio: “Hace muchos años, tal vez lo recuerde el lector, me presenté en mi calidad de diletante del asesinato. Quizá diletante sea una palabra demasiado fuerte. Conocedor se ajusta más cabalmente a los escrúpulos y flaquezas del gusto de público”. Thomas de Quencey, ‘Segundo artículo’.

• A través de una carta o un diario: “8 de mayo. ¡Qué espléndido día! Me he pasado la mañana tumbado en la hierba, delante de mi casa, bajo el enorme plátano que la cubre, la abriga y le da sombra por completo”. Maupassant, ‘El horla’.

• Con un diálogo:

-No, señor Vermensky –decía-, su retiro es inevitable. ¡No puede usted continuar su tarea como maestro con semejante voz! ¿Cómo fue que la perdió?
-Tomé cerveza fría cuando estaba transpirando –susurró.
-¡Qué calamidad! ¡Después de haberse desempeñado como maestro por catorce años, viene a suceder esta desgracia! Toda una carrera arruinada por semejante tontería… ¿Y qué va a hacer ahora?
Chéjov, ‘Las damas’.

• Con una descripción: “La señora Lefèvre era una dama de pueblo. Era una viuda de esas medio campesinas, de cintas y sombreros aparatosos, que hablan con dureza y adoptan en público aires grandiosos; de esas que ocultan, bajo aspectos cómico y expresivos, un alma de pretenciosa estúpida y esconden, bajo guantes de seda, sus inmensas manos rojas”. Maupassant, ‘Pierrot’.

• A modo de diario. “Me llamo Buffer Bings. Nací de padres decentes en las más humildes condiciones. Mi padre era fabricante de aceite de perro, y mi madre tenía un pequeño taller en la parte de atrás de la Iglesia local, donde se deshacía de los bebés no deseados. Durante mi niñez me inculcaron los hábitos de la vida industriosa: no sólo llevaba perros a mi padre para que pudiera llenar sus barriles sino que, además, me encargaba de eliminar los restos que quedaban del trabajo de mi madre…” Ambrose Bierce, ‘Aceite de perro’ (un escritor con una vida más literaria que otra cosa, un tipo con ocho hermanos, todos con nombres que comenzaban por la letra ‘A’; a su hermana, misionera, se la comieron unos caníbales. Participó en la Guerra de Secesión, donde murieron sus dos hijos y, después, se enroló en el ejército de Pancho Villa. Se le compara a menudo con Poe.
• Con un hecho histórico: “Hace ya muchos años, al hacer la noche, el venerable Pedro Arbués d’Espila, sexto prior de los dominicos de Segovia y tercer Gran Inquisidor de España, seguido de un fraile redentor (maestro de tortura) y precedido por dos asistentes del Santo Oficio provistos de faroles, descendió a un calabozo escondido bajo las bodegas del provisor de Zaragoza”. Auguste Villieres, ‘La tortura de la esperanza’.  

Para ir pespuntando la historia, es interesante irnos fijado en varios puntos:

• Que cada párrafo tenga vinculación con el anterior
• Si avanza o no la historia
• Si vamos aportando nuevos detalles a la historia
• Si reitero información

Algunos consejos a la hora de escribir/editar

* La historia pide siempre concisión, lo que no significa brevedad. Ser concisos supone que contemos lo que queremos contar, sin irnos por las ramas.

* La historia pide siempre simplicidad. Cuando escribimos, por algún extraño motivo, tendemos a ponernos estupendos. Es verdad que la escritura exige otra cadencia, otro ritmo, otra estructura que la oralidad, pero no hay que pasarse. Un buen truco es leer en alto lo escrito y darnos cuanta de si hemos utilizado una palabra que rechina.

* Otra cuestión importante es la claridad. Cuando escribimos contamos cosas que, en un primer momento, nos resultan muy claras porque nosotros sabemos a la perfección lo que hemos querido decir. Sin embargo, con una segunda lectura tal vez distingamos que algunas cuestiones para un lector no quedan tan nítidas. Hay que recordar que el lector no está en nuestra cabeza y, por tanto, no podemos omitir cosas necesarias para entender el mensaje.

* También, en la medida de lo posible, la historia pide universalidad (por o menos, vocación de ser universal).

Manera de plantear la historia

• La posibilidad del suceso
“Matías quiere retirarse de su trabajo de oficinista”

• Las alternativas de realización:

A Matías le toca la lotería
Matías se casa con una rica heredera
Matías arriesga sus ahorros en una empresa
Matías comete un desfalco…
(más posibilidades)
En función de cómo resolvamos la historia, tendremos el género al que la adscribimos:

- Si Matías asesina a su rica tía, novela policíaca
- Si Matías se casa con una rica heredera, novela rosa
- Si Matías arriesga todo para poner un negocio, novela realista
- Etc.

La manera en que contemos la historia puede ser:

• Ascendente. Matías se fija un propósito en la vida y lo va cumpliendo (argumento)
• Descendente. Matías se fija un propósito en la vida pero ésta se empeña en hundirle y en entorpecerle

EPD

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