lunes, 6 de febrero de 2012

Transformaciones necesarias

Aquella noche, como tantos sábados, salí de casa de mi hermana para volver a mi apartamento. Caminaba rápido pues hacia un frió polar. Quizás por esto las calles estaban desiertas. Distraída en mis pensamientos, percibí pasos detrás. Seguí andando confiada. El sonido de la marcha se hizo más cercano. Inmediatamente, me puse alerta. Empecé a percibir el círculo electro-magnético del que me iba rodeando y cómo salían chispas de mis manos. Los tres entes me rodearon sin mediar palabra. Uno de ellos portaba una lanza quitamiedos de última generación. Mi piel quedó cubierta por una película flexible y aislante producto de la adrenalina. Sentí un enorme poder que me activó hacia el conflictivo encuentro. Mis ojos blancos adquirieron un punto central endiabladamente verde.

Las tres sustancias no veían el halo de colores que me rodeaba, ni la intensa luz azul que salía de mi frente. Mis movimientos se transmutaron adquiriendo una elasticidad y fuerza poco usual. Mi radar, atento, me iba describiendo el tipo de elementos a los que me iba a enfrentar: “son más de uno y van armados”, “son poco duchos en el entendimiento y muy agresivos”, “su naturaleza es inferior”. Mi capacidad de respuesta era infinitamente mayor.

Los caníbales no me conocían pensando que yo era una mujer comestible. Salté por encima de ellos y tomé tierra a sus espaldas. Lancé mi rayo azul dejándolos a mi merced. De mi mano derecha salió un látigo eléctrico y arranqué la lanza quitamiedos que portaba el más débil. La destruí. Con la mano izquierda expandida les agarré por el cuello y les puse cara contra cara.  Les envolví con mis distintas energías hasta dejarlos inermes.

Sujetos en esa posición, inmóviles y pasivos, les susurré con una voz profunda y ronca: “se os ha registrado en la memoria global”, “os queda una oportunidad”, “si no progresais, sereis degradados para siempre”. Les dejé ir, sabia que ya no volverían a ser los mismos. Pensé en el rayo rojo con el que les quemé la zona cerebral donde se instala la agresividad.

Reflexionaba sobre la tierra que habitamos ahora, “es totalmente distinta a lo conocido”. Diversas criaturas luchan por subsistir. En el lado humano hemos alcanzado la excelencia y nos distribuimos en diversos tipos. Sin embargo, los que se alejaron de este camino han ido envileciéndose hasta llegar a ser sustancias degeneradas. Sufren una involución progresiva hasta desaparecer. Sólo tienen una posibilidad de remisión, una vez que son advertidos.

“Estos tres ya no volverán a dar problemas”, me dije. Recordé el chip que inserté en cada uno de ellos con neuronas espejo, que permiten la empatía y las buenas relaciones sociales. Los abyectos se dedican a robar, apalear, explotar, violar, matar, destruyen a los humanos y la naturaleza que nos rodea. Pero son criaturas dignas de llegar a un nivel superior. Si se encuentran con un humano tipo 5, tienen la opción de evolucionar, a pesar de que no poseen el gen del altruismo. Llegué a casa con las capacidades electromagnéticas replegadas. Acuso un gran desgaste, hoy he trabajado más de lo habitual. Debo descansar profundamente. Me gusta mi condición para transformar el mundo, me siento feliz.

Por María de las Mercedes Martín Duarte

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