martes, 11 de diciembre de 2012

Temporada primavera-verano

Aquella mañana, Lucas llegó a la tienda más temprano que de costumbre. Ese día se inauguraba la nueva temporada primavera-verano y las prendas de la nueva colección iluminarían el local con sus colores brillantes y alegres, dejando atrás la oscura y aburrida estación invernal.

Lucas ese día se transformaba, emergía de su letargo y todos sus sentidos se agudizaban; estaba tan eufórico que organizaba una pequeña fiesta en el trabajo. Pero, sobre todo, lo que le causaba ese estado febril era su reencuentro con ellas. Cocó y Chantal, como familiarmente las llamaba, en honor a  la indiscutible supremacía  de la moda parisina. Aunque no eran francesas, a él le gustaba jugar con esa ambigüedad.

Ambas eran altas, con unas medidas perfectas y un estilo singular. Cocó, morena y de ojos claros, tenía un rostro angelical, mientras que Chantal, rubia con ojos castaños, poseía unos rasgos afilados que le transmitían un aire perverso.

A Lucas le gustaban las dos y ellas no ponían reparos, por lo que formaban un perfecto triángulo equilátero.

Cuando llegaba a la tienda la nueva colección, todos los años tenía lugar la misma liturgia para recibir a la estación: elegía para sus modelos los vestidos de colores más llamativos, los más brillantes, los pantalones más ajustados y disfrutaba de las sensaciones que le causaba acariciar sus brazos, sus piernas, mientras colocaba las prendas sobre sus cuerpos.

Después, les cepillaba el pelo, aunque la cabellera de Chantal era un poco rebelde y prefería dejarle una melena  desordenada, leonina.

Pero lo que más le turbaba eran los zapatos: tenía que poner el colofón a  la ceremonia con unos zapatos bien altos, de tacón de aguja, mejor sandalias, que mostraban las uñas de los pies pintadas.

Por último, tras servirse una copa de cava, se sentaba frente a ellas y las contemplaba, deslumbrantes, seductoras. Unas veces, posando solas, otras, enlazadas entre sí, siempre sumisas, siempre mudas.

Experimentaba un inmenso placer dibujando con la copa en el aire el contorno de sus figuras, deteniéndose a veces,  tejiendo historias de casanova frustrado.

Finalmente, abría la vitrina del escaparate, esparcía varios ramos de violetas y caléndulas a lo largo de  la burda imitación de césped que instalaba en el suelo y, a ambos lados, mirando a los paseantes a través del cristal, colocaba a Cocó y a Chantal bajo el rutilante título: “nueva colección primavera-verano”. Después, se iba a casa, solo, aspirando el aire primaveral, ilusionado al anticipar que la próxima semana  tendría que cambiar el atuendo de sus amantes de cartón-piedra.

Por Carmen Alba

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