jueves, 4 de diciembre de 2014

El niño de nieve

Fernando recibió con cierta ansiedad el encargo de escribir un libro de relatos, pues, a pesar de haber escrito muchos y, según la opinión de expertos, buenos, se sentía bloqueado e incapaz de hacerlo.  “¿Qué argumento puedo poner? ¿Qué dirán los personajes?”. No sabía bien qué, pero empezó a escribir de la siguiente manera:

“ En una hermosa mansión vivía Alejandra, rodeada de lujo, con su marido Edgardo. Ella le quería y deseaba estar a su lado, pero siempre estaba ocupado con sus negocios o con sus amantes. Muchas veces lloraba a escondidas pues pensaba que no sentía nada por ella, ya que sólo le dedicaba reproches y malas caras. En lo sexual su marido no tenía ni dulzura ni cariño, sólo movimientos bruscos y mecánicos que en absoluto la complacían.

Cuando le habló de su embarazo, el se enfureció y la insultó diciéndole que una mujer debe tener cuidado con esas cosas. Así, cada día que pasaba ella sentía más frío en la relación, una frialdad que le helaba el corazón.”

Fernando continuó escribiendo sin que le satisficiera demasiado lo escrito. Pensaba que no sería capaz de terminar el relato. Sentía  cierto frío en el alma. Con gran asombro vio que de de su pluma salía un grumo blanco. Lo tocó y comprobó que estaba helado. Aún así continuó escribiendo sin pensar:

“…Los meses habían pasado y el parto de Alejandra estaba por llegar. Aquel día estaba sola en casa.  Sintió  dolores  tan fuertes  y agudos que no pudo por menos que echarse en el suelo, pues no era capaz de dar un paso y mucho menos de llegar  al teléfono para avisar a alguien. Poco a poco empezó a salir de su vagina un bulto blanco y helado que empezó a cobrar forma de niño. Un niño de nieve. Un pequeño y hermoso hijo del frío…”.

Fernando se sobresaltó, cuando vio que al grumo blanco que había brotado  de su pluma le salían bracitos y piernas que empezaron a moverse.  Pronto comprendió que aquello era el niño de nieve. “¡Mil rayos! ¡Mi cuento está vivo!” y empezó a emocionarse y a sentir simpatía y calidez ante la protagonista de su relato, tanto que se enamoró de ella y de su bella criatura.

De alguna manera, estos sentimientos se deslizaron por la pluma y llegaron hasta Alejandra y el pequeño y formaron los tres, a su modo, una familia y el niño helado se volvió de carne al tener un nuevo padre , Fernando, que le quería, que le daba calor.

Pero Fernando volvía a sentir frío ante la ausencia de Alejandra y el pequeño ya que dejó de poder escribir sobre ellos. La pluma no le obedecía. Sin embargo sí podía narrar otros relatos.

Desde entonces, Fernando escribe cada vez más. Intenta encontrar en  cada cuento a su amada y a su hijo. Sin embargo las historias tienen vida propia y en ellas no siempre se encuentra  lo que se busca…
Sobre todo si quien las escribe es un hombre de nieve…Pero eso ya es otra historia.
“…

Rosa María Velasco

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